jueves, 7 de enero de 2016

EL MOSAICO



En el barrio de Tacubaya de la Ciudad de México, el antiguo Atlacuihuayan de los mexicas, ahora perteneciente a la Delegación Miguel Hidalgo, hace ochenta años vivía un notario, don Antonio Valdés y Pompa.

Poseía una casa grande y antigua, muy bella, que databa de la época anterior al porfiriato, de la Colonia, según decían algunos arquitectos.

En la cocina de la casa, sobre el brasero, el hogar de la cocina que anteriormente se empleaba para guisar con leña y carbón, constantemente se caía uno de los mosaicos que tapizaban las paredes.

El mosaico se caía, lo volvían a pegar con cemento, y ¡listo! Quedaba reparado.

Al mes, a los dos meses, se volvía a caer exactamente el mismo mosaico, a despecho del cemento utilizado que según decían era de muy buena clase.

Y esa faena de caerse el mosaico y volverlo a poner duró más de diez años. Al cabo, don Antonio se compró una notaría en Oaxaca y se fue para allá a vivir. Naturalmente otra persona compró la casa.

Como tenía ideas modernistas al nuevo propietario le chocó el tipo de cocina, porque era cocina poblana antigua llena de mosaicos que causaba muchas molestias a su esposa y no dejaba de tener algunos alacrancillos en sus entrañas. Repito, como el nuevo dueño era muy moderno quería cocina de gas, y mandó quitar el brasero y levantar los mosaicos.

Al hacer el destrozo, los albañiles se llevaron al mosaico que se caía. Entonces encontraron que todita esa pared de la cocina estaba llena de centenarios.

El nuevo propietario de la casa se volvió rico, porque se trataba de muchísimo dinero.

Al notario, don Antonio no le tocó nada dinero, por supuesto, ni supo del hallazgo, menos mal porque le hubiera dado un infarto.

Eso le pasó por no hacer caso  a las señales del Más Allá, pues’n.

No hay comentarios: