martes, 15 de diciembre de 2015

EL FUEGO



Esto que voy a relatar sucedió, hace mucho tiempo, en la calle que estaba entre la Avenida Francisco Sosa y Progreso, en Coyoacán.

En aquel tiempo mi marido daba cine en la calle, así es que todos los trabajadores de los Viveros nos querían mucho, sobre todo querían mucho a mis hijos. Atravesaba yo el Vivero con ellos y les daban florecitas y plantitas, y los subían a dar una vuelta a caballo.

Un día que era cumpleaños de mi marido -cumplía años el 3 de octubre- invitamos a una cuñada mía a que fuera a comer con nosotros a la zona del vivero de árboles frutales; se ponía hecha una delicia: flores blancas, flores rosas, flores de todos colores y formas, porque había perones, duraznos, chabacanos… Yo puse toda la comida en canastitas y nos fuimos al Vivero.

Mi cuñada llevaba un muchachito como de doce años que era su hijo.

El Vivero está dividido en cruz por eucaliptos enormes, y en el centro había una plazoleta, en donde los muchachos aprendían a torear.

Pues en esa zona de los eucaliptos de repente vimos un verdadero incendio, lo vimos los tres, mi cuñada, mi sobrino y yo. Mi cuñada me comentó:

–Pero mire usted que gente tan imprudente, en una zona de árboles donde hay tanta gente, niños y demás, prender lumbre de esta manera. Vamos a buscar un guardabosque.

–No. no, no, aquí no hay guardabosques, pero tenemos pies y podemos pisotear por lo menos un poco de las llamas.

Llegamos al lugar y no había ni siquiera tierra removida, ni siquiera tierra seca al pie del eucalipto.

Todo estaba completamente normal, mojado y todo.

Ese incendio podía significar una señal de que ahí había dinero enterrado, pero quién escarba en propiedad privada para encontrarlo, así que ya no supimos si había dinero o no.

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