miércoles, 9 de diciembre de 2015

ITZURI



Había una vez una pareja que vivía en las mojoneras de Pátzcuaro: Tariácuri y Ereri. Se amaban tanto como querían a su pequeña hija recién nacida a la que habían puesto el nombre de Itzuri, Agua.

La niña era muy bella a sus tres años de edad: sus ojos eran rasgados y ambarinos, su pelo negro, lacio y brillante, sonreía a todo el que se le acercaba, en una palabra: tenía ángel.

Cuando Ereri salía al mercado a vender las blusas que bordaba, todas las personas chuleaban a la pequeña.

A tres casas de donde vivía Ereri, moraba una mujer de cuarenta años casada con un albañil al que detestaba, pues lo culpaba de no haber podido tener críos en todos los años de casados.

Guadalupe vivía amargada viendo que la vida se le iba y ella continuaba yerma. Cada vez que veía a Ereri salir con Itzuri sentía que el estómago le revoloteaba de coraje, le daban cólicos y vomitaba de la envidia de ver a una niña tan bonita que no le pertenecía.

Guadalupe no le dirigía la palabra a Ereri nunca, pero un día no pudo más y deseo conocer de cerca a esa encantadora niña que le hubiese gustado que fuera suya. Se acercó a la madre e hija, elogió a la pequeña y le pidió a Ereri que se la dejase cargar.

Ereri se resistía porque no le gustaban las malas vibras de Guadalupe; sin embargo, consideraba que era una grosería negarse, ya que en definitiva nunca le había hecho nada malo. Así que le prestó a Itzuri un momento.

Al día siguiente la niña lloraba mucho, vomitaba, tenía terribles molestias en los ojos, mucha diarrea, y un espantoso olor agrio. En seguida, la pareja llevó a la niña con el médico, pero sus artes de nada sirvieron  y pasados dos días la niña seguía igual si no peor. Desesperados, acudieron al curandero, don Noé, quien en seguida diagnosticó que se trataba de un terrible maleficio llamado “mal de ojo”, ocasionado por una mujer envidiosa, y que había que proceder a una kutsúrhentani o “limpia” lo más pronto posible porque el caso era desesperado.

En seguida, don Noé hizo un ramo de hierbas aromáticas: pirul, albahaca, romero, santa maría, con el que “limpió” el pequeño cuerpo; le pasó por el cuerpecito un huevo de gallina que tomó un color verde oscuro, lo que indicaba que la niña había recibido un embrujamiento; cubrió su cuerpo con humo de tabaco y la salpicó con agua bendita, rezó con toda devoción para que los santos la libraran del mal.

Pero todo fue inútil, al siguiente día Itzuri murió en los brazos de su madre.

Enloquecida, Ireri se dirigió a la casa de Guadalupe y con un certero golpe de machete le cortó la yugular.

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