miércoles, 16 de septiembre de 2015

DANING-CHINING



Esta leyenda me la relató un abuelo xi’úi, pame, de San Luis Potosí.

El acontecimiento le ocurrió a uno de sus hermanos, el mayor, llamado Nts’aung, Águila.

Me advirtió el abuelo que no le gustaba hablar del lamentable hecho, pero que lo hacía para que nunca se me ocurriera retar a los poderes malignos ni tener ninguna relación con ellos. Ahora se las doy a conocer a ustedes.

Nts’aung, era mujeriego y bebedor, le gustaba acercarse a la cantina y a la pulquería del pueblo para convivir con sus amigotes y emborracharse al término de las labores del campo.

Un día viernes, acudió como siempre a echarse unas copas de tequila a la cantina La Flor de Soledad con sus dos amigos preferidos.

Cuando ya estaban medio ebrios, uno de ellos retó a Nts’aung a ir al cementerio, a la medianoche, a invocar al Diablo. Sintiéndose muy valiente, Águila aceptó el reto y se fueron al cementerio.

En la puerta se quedaron los amigos y él se adentro en el camposanto. Empezó a gritar: -¡Demonio de los infiernos, aparécete, te reto a aparecerte! Esta cantinela la repitió varias veces.

De repente, el Diablo hizo su aparición, y en un dos por tres se metió en el cuerpo de Nts’aung, quien apenas lo pudo percibir, pues todo ocurrió muy rápidamente.

El borrachín regresó con sus amigos, quien nunca le creyó que se hubiera enfrentado con el demonio, aunque él jurase que sí.

Al otro día, su esposa María del Carmen, lo notó raro, el estómago le dolía muchísimo, no paraba de ir al baño, y la cabeza le martillaba de manera insoportable.

Ante esta dramática situación, la esposa decidió ir por el curandero, don Otilio, que acudió presto a la casa del enfermo. Después de hacerle a Águila ciertas preguntas sobre lo que sentía, y de enterarse de que borracho había retado al Diablo en el cementerio, don Otilio diagnóstico que el Maligno se había metido dentro de su cuerpo y le había ocasionado la terrible dan’ing chin’ing. Había que hacer algo y pronto, don Otilio procedió a elaborar la ofrenda al Diablo que consistía en comida y sangre de cualquier animal, junto con la figura del Diablo realizada en barro, en la que se le representaba vestido de rojo, con ancho sombrero, cigarro en la boca –pues el tabaco le gusta sobremanera- y montado en cuaco alazán.

Este ritual sería suficiente para que el Diablo se alejara del cuerpo de Nts’aung. Pero no fue así, y a los cuatro días nuestro amigo moría deshidratado, dolorido, hinchado, y con terribles delirios.

Lo enterraron en el mismo camposanto donde había visto al Diablo, y donde él mismo, en un momento de mal entendida valentía, había retado al Chamuco que no perdona a nadie ni deja títere con cabeza. Acabada la historia, el abuelo pame se despidió de mí y nunca más he vuelto a verlo.

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