Había una vez un hombre
viudo llamado Desiderio de Nájera que se destacaba por su carácter colérico y
por su crueldad sin límites. Austero en el vestir siempre iba de negro.
De su propiedad era la
Hacienda de San Agustín de las Cuevas, Tlalpan, a donde se dirigía todos los
días a trabajar en un forlón tirado por mulas. A sus peones los trataba sin
ninguna consideración, como si fueran esclavos, y los castigaba con cepo y
azotes a la menor falta.
Todas las personas le tenían
miedo a Desiderio. Como a pesar de ser tan malvado siempre le iba bien, se
decía que tenía pacto con el Diablo.
Para ir a la hacienda pasaba
por San Antonio Abad, frente a la casa de Pedro Azuara, que vivía con Inés, su
esposa y con Lucinda, su hija, poseedora de una gran belleza. Un cierto día,
Desiderio vio a la hermosa joven bordando a la puerta de su casa.
La deseo, y envió a sus
esbirros a raptarla. Después de poseerla salvajemente, sus achichicles la
aventaron muerta a la puerta de su casa. La muchacha tenía una enorme herida en
el pecho.
Muchos dijeron que Desiderio
la había matado, otros que la chica quiso suicidarse al verse violada y lejos
de sus padres. El hacendado nunca fue acusado ni apresado.
Un buen día amaneció muerto
en su cama, con la cara completamente negra.
Pedro e Inés, los
acongojados padres de la chica, una noche oyeron la carreta de Desiderio pasar
veloz ante su casa.
El forlón siguió su camino
hasta llegar a una troje, en donde el fantasma de Desiderio se metió. Por fuera
se veían terribles llamas. Uno de los mayordomos, asustado, se acercó a la
troje a ver qué pasaba y vio a Desiderio rodeado de mujeres desnudas que habían
sido amantes del malvado.
Todas las noches iban los
curiosos a ver las orgias de Desiderio en la troje, pero los que las veían
morían o quedaban completamente locos. Ante estos hechos, un sacerdote acudió a
la troje a echarle agua bendita.
Al día siguiente, la troje
estaba destruida, y entre los escombros se encontraban los cuerpos de Pedro
Azuara y de su esposa Inés.
Desde entonces por el camino
que conduce de la Hacienda de San Agustín de las Cuevas a San Antonio Abad, se
escucha el estruendoso carruaje que conduce Desiderio el malvado, quien anda a
la caza de mujeres bellas y jóvenes para raptarlas y violarlas sin
misericordia.
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