Había una vez dos mineros,
Gustavo y Sergio, que iban caminando muy tranquilamente frente la salida de la
mina del Sombrerete, localizada en el Municipio de Sombrerete en el estado de
Zacatecas.
De repente, algo misterioso
jaló a Gustavo y lo detuvo, de manera que ya no podía seguir caminando.
El que no fue detenido,
Sergio, continuó su marcha.
Pero se dio cuenta de que su
compañero no le seguía, y decidió regresar a ver qué pasaba con Gustavo.
Regresó, pero no lo encontró,
pues la mina se lo había tragado.
Desconcertado, Sergio volvió
al pueblo donde vivía y dio aviso de lo que sucedía.
Nadie le creía, hasta que
doña Mariluna, una viejecita de noventa y siete años, afirmó rotundamente que
lo dicho por el muchacho era verdad, pues la mina estaba habitada por terribles
espíritus que gozaban llevándose a las personas que pasaban frente a la mina,
aunque este hecho no había sucedido en mucho tiempo.
Tales espíritus vivían en
las profundidades de la tierra, pero estaban muy molestos porque los humanos
habían horadado sus territorios abriendo muchos hoyos y robándose la riqueza
escondida en ella, sin tener permiso para hacer tal infamia.
Gustavo, al oír el relato de
la anciana, quedó sumamente afectado.
Ya nunca volvió a trabajar
en la mina, y dicen que hasta se a Estados Unidos del sustote que se llevó.
Pero algunas personas dicen que no se fue al otro lado, sino que se volvió loco
y sus familiares lo llevaron a un asilo de por vida.
Los espíritus de la mina
siguen llevándose a las personas que pasan frente a ella y se descuidan, sobre
todo si son mineros incautos.
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