En la
zona cultural que los arqueólogos denominan Mesoamérica, los indígenas
emplearon para dar fe de sus registros históricos y culturales, materiales
tales como la piedra, la madera, la concha, las pieles de animales y el papel.
Es muy
probable que el papel fuera inventado por los olmecas durante el
Preclásico Medio, pueblo de gran cultura nutriente de muchas otras,
quienes incluso llegaron a utilizar vestidos hechos con fibra de amate.
Con el
papel, los pueblos mesoamericanos elaboraron una especie de libros que,
actualmente, conocemos con el nombre de códices y lo utilizaron en ceremonias
religiosas y rituales de diversa índole.
La
tradición del uso del papel indígena no se ha perdido por completo.
Hoy en
día se emplea en la creación de objetos que conllevan funciones mágico
religiosas u ornamentales.
Hasta
hace poco más de medio siglo, el papel amate se trabajaba en los pueblos de
Xalapa y San Gregorio en Hidalgo; en Ixhuatán, Veracruz; y en Ixtoloya y en San
Pablito, Puebla.
En este
último poblado, la tradición continúa con bastante arraigo, como parte
imprescindible de las ceremonias de culto religioso y curación que los otomíes
denominan “el costumbre”, frecuentemente efectuadas en santuarios y
cuevas donde los brujos levantan ofrendas a los dioses.
En San
Pablito, municipio de Pahuatlán, Puebla, al papel lo llaman gömi
o puetey, y los árboles de los cuales se extraen las fibras para
elaborarlo son el xalamatl grande que da un papel negro morado;
el xalamatl bayo, de
color blanco amarillento; el moral, que produce papel blanco; el xalamatl limón, igualmente blanco; y el teochichicastle,
de tenue color amarillo.
Pasos
para la elaboración del papel amate
El
proceso se inicia con la recolección de la corteza durante los meses de abril,
mayo y junio, en la época de la luna tierna, ya que es el momento en que la
fibra, que se encuentra entre la corteza y el tronco, se desprende con mayor
facilidad.
Recogida
la corteza, los hombres la entregan a las mujeres, quienes la remojan en agua
corriente, para librarla del parénquima, tejido celular propio de las plantas,
y de las materias colorantes.
Ya limpia
la fibra, se arregla en manojos y se golpea con una pala de madera o piedra, a
fin de suavizarla, para proceder a hervirla en una olla de barro. Si la fibra
es suave, se agregan al agua cenizas de leña; pero si es muy dura, se añade
agua de nixtamal.
Cuando
ya están cocidas las fibras, se dejan enfriar y se lavan. Para mantenerlas
húmedas y poderlas trabajar, se colocan en una vasija con agua.
Entonces,
una mujer toma una tabla de cuarenta centímetros de largo por quince de ancho,
extiende sobre ella las fibras y las golpea con un batidor de piedra. Las
fibras al macerarse van adquiriendo la forma de una hoja de papel.
A
continuación, la mujer da vuelta a la tabla e inicia el mismo procedimiento. Ya
que la hoja está lista, se lija la superficie para unificar el grosor del
pliego, se deja secar al aire libre y se desprende de la tabla.
“La
costumbre”
En San
Pablito existen dos tipos de brujos: los hechiceros y los curanderos. Todos
ellos dirigidos por un brujo mayor que es el jefe supremo.
El cargo
que ocupan es hereditario, pues ellos aprendieron el oficio de sus padres y, a
su vez, transmitirán sus conocimientos a sus hijos desde que son niños.
La
religión que practican los brujos y el pueblo otomí de San Pablito, es una
mezcla de catolicismo y paganismo en la que se adora a los santos al mismo
tiempo que al sol, el agua, la tierra, el fuego, el aire y las semillas.
Temen y
ofrecen ceremonias apaciguadoras a la luna, que tiene el poder de “enfermar” a
las mujeres; al arcoíris, que mata a las embarazadas; al diablo y a Motecuhzoma,
quien personifica al “diablo del mal aire”.
Para
llevar a cabo sus ceremonias, los brujos emplean figuras de amate
artísticamente recortadas.
Cuando
alguien enferma a consecuencia de las malas artes de Motecuhzoma, el curandero
elabora una figura de papel negro de este diablo y se la pasa al enfermo por el
pecho, la espalda y directamente sobre la zona del cuerpo dañada, para la que
enfermedad se aleje.
La
figura del Pájaro del Monte, de dos cabezas, representa a un ángel bueno muy
diestro y útil para ahuyentar de las casas a los malos espíritus de los
diablos.
Esta
imagen se la debe colocar, preferentemente, en la parte posterior de las
puertas para que surta buen efecto.
Cuando
se efectúa la ceremonia de “bautizar las semillas”, los brujos recortan muñecos
en papel blanco y negro, que simbolizan semillas de maíz, garbanzo, cacahuate,
chile, diversos animales y personas.
Con
ellas acuden en peregrinación a una cueva donde son venerados los dioses del
fuego, el aire, el trueno y la semilla. A otro día, se “bautizan” las figuras
en un río cercano al santuario y el brujo las entrega a las autoridades civiles
para que las cuiden y las distribuyan para su siembra cuando sea necesario.
Para dar
gracias a la Madre Tierra por haber brindado buenas cosechas, el brujo elabora
figuras de semillas que coloca en una mesa junto a las de un hombre y una
mujer, representantes de lo masculino y femenino.
Estas
dos figuras se echan en una olla con cigarros, chocolate y pan, y se le
entierra en la milpa.
Las
figuras de papel amate también se emplean para resolver conflictos amorosos o
para llamar al amor, el cual es representado por medio de un muñeco al que se
guarda en casa durante quince días, se le alimenta y se le ofrece una veladora
que se mantiene encendida durante dicho lapso.
En
general, las figuras hechas con papel blanco representan y se utilizan para
hacer el bien; en cambio, las de color negro simbolizan todo aquello que
implica maldad.
Las
figuras más utilizadas son las del Hombre Otomí, el Pájaro del Monte, la Mujer,
el Hombre, el Vigilante que evita pleitos dentro de las casas, el Centinela que
cuida las casas de los malos espíritus, el Espíritu del León que ayuda a los
muertos a saciar su sed, y la Cama que proporciona a las personas la seguridad
de tener siempre un lugar donde descansar.
Todas
estas figuras los brujos las elaboran recortándolas a mano, con ayuda de unas
tijeras y sin necesidad de emplear ningún tipo de “patrón”, sino con la sola
habilidad que les dicta su tradición, experiencia y facultades artísticas.
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