Una
familia normal y corriente decide, como tantas otras, marcharse de vacaciones
en verano a un pequeño pueblecito perdido en la montaña.
Para no
dejarla sola todo el mes, la familia se lleva a la abuela con ellos, que además
desde que se quedó viuda está muy triste y a estar con los nietos, se anima un
poco.
Todo
transcurre sin problemas durante la mayor parte de la estancia, los niños
disfrutando del aire libre, los padres de la tranquilidad y la abuelita de sus
paseos a la puesta del sol; pero un mal día, a pocas fechas de la vuelta, la
abuela no se levantó de la cama porque la pobre había pasado a mejor vida.
Como
enviar un coche funerario a recoger el cadáver a un pueblo perdido de la mano
de Dios les iba a salir por un ojo de la cara, porque la finada nunca había
querido hacerse un seguro con una funeraria, decidieron buscarse la vida para
trasladar a la abuela de vuelta a la ciudad hasta su última morada.
Por
supuesto los niños no debían enterarse de nada hasta que no fuera el momento,
así que en un principio pensaron en llevar a la pobre mujer en el asiento de
detrás y decirles a los hijos que estaba durmiendo.
Pero
luego pensaron que al enterarse de la noticia, el hecho de haber viajado junto
a su abuela fallecida podría provocarles un terrible trauma, así que ni cortos
ni perezosos decidieron envolverla en unas mantas, subirla a la baca del coche
y llevarla atada con unas cuerdas todo el viaje.
A los
niños les contaron que la abuela se había quedado a pasar el resto del verano
con unas amigas nuevas que había hecho en el pueblo, así que no sospecharon
nada en absoluto.
Parecía
que todo iba a salir sin mayores complicaciones hasta que tuvieron que parar en
una gasolinera para echar gasolina, tomar unos refrescos y vaciar sus vejigas.
El caso
es que tardaron bastante en regresar al automóvil y se dan cuenta horrorizados
de que ¡Les han robado a la abuela!
Imaginad
la cara de los incautos ladrones que, esperando encontrar el equipaje de la
familia repleto de cosas de valor se encuentran con el "regalito".
El susto
tuvo que ser de los que hacen afición.
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