Cuenta
la leyenda que Narciso Mendoza, apodado el Niño Artillero, nació en el año de
1800 en la Villa de Cuautla, en el estado de Morelos.
Formó
parte del batallón infantil de José María Morelos y Pavón el cual peleó junto a
las tropas adultas de los insurgentes en la Guerra de Independencia contra los
españoles, poco después de que fuera ocupado Cuautla de Amilpas en el año de
1811.
Así
pues, Narciso perteneció a Los Emulantes, comandado por Juan Nepomuceno
Almonte.
Cuando
se llevó a cabo el sitio de Cuautla, el 19 de febrero de 1812 a las siete de la
mañana, Narciso era muy pequeño, contaba con doce años.
En la
batalla los soldados de Félix María Calleja, que llegaban a ocho mil, iban
ganando; al ir a posesionarse de las fortificaciones del barrio de San Diego
donde se encontraba Hermenegildo Galeana, el niño Narciso Mendoza tomó un
cañón, lo cargó y lo disparó contra los realistas, ante el repliegue de las
tropas de Galeana.
Al oír
el disparo, las tropas de Calleja huyeron despavoridas, aunque el Niño resultó
gravemente herido en el brazo por el sable de un dragón.
Este
hecho permitió a Galeana organizar sus tropas y esperar la llegada de Morelos,
Matamoros y Leonardo Bravo.
Terminada
la batalla, Morelos nombró al Niño Artillero alférez del ejército. La batalla
duró setenta y dos días.
El 2 de
mayo de 1812, Morelos y su tropa rompieron el cerco realista de Calleja y ganó
la pelea. Carlos María Bustamante en su Cuadro histórico de la Revolución
Mexicana, nos informa:
Esta voz falsa de alarma alguien
grito que había sido derrotado Galeana produjo también funestos efectos en
otros puntos, pues afectados de pavor sus defensores abandonaron la artillería,
y la plazuela de San Diego casi quedó escueta; sólo se vio en ella a un
muchacho de doce años llamado Narciso: vínose sobre éste un dragón que le tiró
un sablazo y le hirió un brazo; no tuvo este niño más efugio que afianzarse con
una mano de un palo de la misma batería y con la otra tomar la mecha que estaba
clavada en el suelo, dio casi maquinalmente fuego al cañón, que disparado en el
momento más oportuno mató al dragón que le acababa de herir y contuvo al
enemigo que avanzaba rápidamente.
Con tan fausto e inesperado
suceso, volvió a su puesto Galeana, y quedó restablecido el orden.
Después de la acción, Morelos
hizo que le llevasen a aquel jovencito, a quien asignó una pensión de cuatro
reales diarios, que percibió hasta que se evacuó la plaza.
Poco
tiempo después, el Niño Artillero pasó a las tropas de Morelos.
Obtuvo el
grado de teniente coronel del Ejército Mexicano.
Pasados
algunos años, por luchar a favor del segundo imperio regido por Maximiliano de
Habsburgo, junto con Juan Nepomuceno Almonte, fue desterrado del país.
Pasado
el tiempo, y ya a punto de morir, regresó a su natal Cuautla.
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