lunes, 7 de septiembre de 2015

NACHITO Y LA OSCURIDAD



Cuenta una leyenda jalisciense que había un niño llamado Nachito que le tenía mucho miedo a la oscuridad.

Desde muy pequeñito mostró un gran terror por los lugares oscuros.

Por tal razón, cuando el niño se iba a dormir sus padres habían optado por mantener cuatro pequeñas luces en las esquinas de su recámara.

Cuando contaba con cinco años Nachito murió víctima del terrible miedo, ya que a su nana se le olvidó encender las luces tranquilizadoras.

Lo enterraron en el Panteón de Belén.

El velador del panteón cada mañana encontraba el féretro del niñito fuera de la tumba. Lo volvían a enterrar, pero al día siguiente ocurría lo mismo.

El fantasma de Nachito podía verse cerca de las rejas de entrada al camposanto, como si el niño quisiese alcanzar algo de luz.

Ante la continua repetición del fenómeno paranormal, los padres de Ignacio decidieron hacer un catafalco de piedra que estuviese colocado en el exterior y que ostentaba cuatro antorchas en cada una de sus esquinas, para que Nachito descansara en calma.

Santo remedio, el ataúd nunca más se volvió a salir.

Nachito nunca más sintió miedo.

Desde entonces, las personas acuden a la tumba del pequeño a dejarle dulces y juguetes para que está tranquilo y duerma en paz su sueño eterno.

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