Francisco José, un
muchachito nahua de Tepalcingo, Morelos, tenía alma de poeta. Gustaba de ir por
las noches al cerro a inspirarse viendo las estrellas.
A su padre, un rudo
campesino agobiado por la pobreza y el trabajo, no le gustaba la afición
poética de su hijo, razón por la cual Francisco José se escapaba de su jacal
para ir al cerro.
Las escapadas del muchachito
eran audaces, pues desde muy antiguo los abuelos contaban que en ese cerro
después de la medianoche, se veía volar por los cielos algo negro que parecía
un enorme vampiro, pero nunca lo habían visto bien a bien.
Cierta noche en que
Francisco José estaba en el cerro vio al extraño pájaro negro volar sobre su
cabeza.
Temeroso, trato de
esconderse, pero la aparición fue más rápida que él y descendió hasta tirarle
al suelo y clavarle sus garras y colmillos.
El muchachito quedó
destrozado.
Al siguiente día, el padre,
al darse cuenta que su hijo no estaba en la casa, acudió a buscarlo al cerro,
donde maliciaba que se encontraba Francisco José, pensó que sus ensueños le
habían adormecido.
Al llegar al lugar donde se
encontraba el chico, el padre solo encontró un cadáver destrozado y casi sin
forma. Francisco José fue enterrado en el cementerio del pueblo.
Pero los vecinos quedaron
escamados y aterrorizados con el pájaro-murciélago que se seguía viendo en el
firmamento, y decidieron llamar al cura de la Parroquia del Santuario de
Tepalcingo.
El sacerdote acudió al cerro
a orar y a efectuar una misa.
Todos los habitantes
cooperaron para que se hiciese una cruz que se colocó en lo alto del cerrito.
Desde entonces ya nunca se
volvió a ver a la aparición, ¡pues se trataba del Chamuco y huyó con la misa y
la cruz!
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