El Chato tiene muchos
nombres: Enano, Ermitaño, Salvaje, entre los nahuas le llaman Chilobo, y los
indios popolucas lo conocen como Junchuch.
El Chato es un ser
fantástico peludo y hermafrodita. Su parte femenina tiene unos senos enormes, y
su parte masculina cuenta con unos testículos grandotes.
En Veracruz dicen que son
tan grandes que para caminar se los tiene que echar al hombro. Es peludo como
un chango, de tamaño chiquito y con los pies al revés.
El Chato vive en cuevas en
donde acostumbra comer carne humana. Cuando algún ser humano tiene la desgracia
de verlo irremisiblemente se enferma de “susto”, enfermedad que puede volverlo
loco y hasta matarlo.
El Chato proviene del
Inframundo y está en contacto con el Diablo. Surgió en épocas pasadas cuando
aún Jesucristo no había venido a la Tierra y todo era oscuridad. Sólo la risa
es capaz de acabar con él. Si alguien se lo topa por los caminos de Dios, debe
ponerse a reír a mandíbula batiente, entonces El Chato pierde poderes porque se
debilita con la risa, pues es muy susceptible y no tolera que se burlen de él.
Justamente eso fue lo que le
pasó a Chabelita una jovencita de no malos bigotes. Chabelita era bonita,
caprichosa y consentida.
Vivía con sus padres como
hija única, y aunque estaba muy mimada y a veces era antipática por creída, era
una buena jovencita que iba a la escuela bilingüe de pueblo, pues Chabelita era
una india popoluca orgullosa de hablar la lengua de sus antepasados.
Un día decidió no ir a la
escuela e irse de “pinta”. Tomó de la cocina tres tortillas, un poco de queso y
chile, y se fue hacia la laguna a pasear. Estaba sentada muy quitada de la pena
cuando a lo lejos vio a una especie de perro que se acercaba. La chica se le
quedó mirando y, de pronto, se dio cuenta que no se trataba de un perro sino
del mismísimo Chato.
Chabelita le vio y quedó impresionada de lo
feo y lo peludo, pero cuando vio sus enormes testículos en su hombro, la niña,
asqueada se vomitó y se desmayó. Horas después, su padre la encontró, e inmediatamente
la llevó con el curandero del pueblo. Facundo decretó que se había enfermado de
“susto”.
El chamán le hizo limpias,
la bañó en temascal, le dio masajes, la sahumó, y le dio a beber té de hierbas
curativas, todo acompañado de complicadas ceremonias, rituales y rezos.
Pero todo fue inútil,
Chabelita “perdió el alma”, se fue consumiendo poco a poco hasta que murió.
¡Nunca se acordó que debía reírse de El Chato!
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